Estimado licenciado José Francisco Morelos Fernández, siendo de necesidad obligada la justificación a cualquier ausencia o irregularidad en nuestras labores, es que me sirvo a la realización de este reporte, que pueda dar cuenta de la urgencia y necesidad por el permiso solicitado para ausentarme de mis labores los días cinco y seis de marzo del presente año, así como de mi inevitable retardo el día de hoy, siete de marzo de 2025.
A los seres humanos nos es imposible saber cómo sucederán las cosas, sin embargo, a todos nos es indispensable procurar hacer todo lo mejor que podamos de nuestras circunstancias: con los mínimos recursos posibles, o con lo que sea que tengamos, en último caso. “Hay cosas que jamás se recuperan, como la confianza”, reza el proverbio. Y, con respecto a usted, quizá la mayor pérdida posible que pueda yo tener, en estos momentos, sea la de su confianza. Por lo general, es poca la gente que confía en mí. Además, es innegable que en diversos aspectos de mi persona y en diferentes momentos de mi vida, tengo fallas quizás imperdonables. Tan grandes y graves son mis fallas, que no es por otro motivo que me exijo a mí mismo la máxima capacidad de mis pocas cualidades.
En consecuencia, la única razón por la que me ausenté de las labores, es por considerar de máxima importancia y urgencia, como le comentaba informalmente por un mensaje de texto, y ahora le reitero, en la formalidad oficial del presente documento, fue la de “iniciar gestiones para asegurar el seguimiento de las denuncias legales formales a presentar contra las autoridades superiores”, concretamente Myrlén Salas Dorantes (retirada recientemente del cargo de subsecretaria de educación básica), Daniel Fragoso Torres (subsecretario de educación media superior y superior) y Natividad Castrejón Valdez (secretario), “por actos antijurídicos, negligencias, cohecho y peculado.”
Subrayo “iniciar gestiones”, debido a que tales denuncias todavía no son presentadas formalmente. Como es de suponer, la seriedad de las denuncias formuladas demanda argumentos sólidos y pruebas concluyentes. Esta es razón suficiente para hacer las mayores consideraciones y los mejores preparativos al respecto. Lo cual requiere de mucho tiempo, paciencia, y fortaleza emocional. Como el proyecto que estoy mencionando, presentando, y poniendo en marcha, ahora junto con usted, lo considero de importancia máxima y capital para la digna institución en la que coincidimos, la Dirección General de Formación y Superación Docente o Dirección General de Desarrollo Pedagógico, y como en cuanto a tener un juicio negativo de su persona no he podido hacer más que equivocarme, por ello es que nunca dudé de su apoyo en cuanto a las acciones que estoy realizando, ni de su comprensión, al menos posterior, sobre lo que de otro modo parecerían conductas abusivas e incorrectas de mi parte.
En principio, como bien me lo dijo nuestra amable asistente, Susi, una solicitud de permiso de ausencia a labores debe presentarse antes de que ocurra. Lo cual incumplí. Consciente, también, de que hasta el momento en Formación y Superación Docente no hay nada que se vincule con mis denuncias y que, al menos de principio, deben ser tratadas como cosa muy independiente de mis labores; y como, sin querer, en estos días se suscitaron hechos que fortalecen la evidenciación de las denuncias a presentar, es por ello por lo que me vi obligado a solicitar un permiso de emergencia con la premura ocurrida.
Por otra parte, al mismo tiempo, procurando el máximo respeto a su persona, su excelente responsabilidad y su ocupada agenda, por ello hasta el momento no había encontrado ni abierto la oportunidad para ponerlo al tanto de mis antecedentes, preocupaciones, y proyectos. Sin embargo, como usted bien mencionó, hasta el momento no hemos tenido mayor problema. Se han tenido todas las consideraciones con mi persona. En alguna ocasión sufrí una convulsión epiléptica y se mostró todo el respaldo para mi recuperación. También se ha mostrado toda la comprensión cuando he solicitado permisos para atender o evitar un caso similar. Fuera de ello y dentro de mis funciones he cumplido con todo lo que se me ha solicitado de la mejor manera posible.
No obstante, dada la imprevisión de esta ocasión y el lamentable hecho detener que involucrar en mis denuncias a mi amigo, el poeta Daniel Fragoso Torres, nuestro subsecretario, es que fue necesario llamar su atención hacia estas problemáticas en la manera que lo hice. En virtud de las consideraciones y preparativos que menciono al principio, se vuelve de la mayor relevancia reunir la mayor cantidad de elementos, así como documentar de la mejor manera posible, con la mayor objetividad, todo lo que sea de interés tanto para la presentación de una denuncia sólida como para su investigación subsecuente.
“El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.” Razón por la que no puedo desconocer que, aunque hubiese una conducta indebida que denunciar, y que resultase de hecho cierta, cualquier deficiencia en la denuncia puede ser motivo de impunidad. En este sentido, puedo equivocarme en muchas cosas, pero no en la manera en la que deba dirigir la denuncia formal que menciono. Así pues, cabe la oportunidad y la necesidad de que, si bien el presente documento tiene como finalidad principal justificar mis faltas por los días mencionados, se extienda también como una justificación de lo que hubieran podido parecer actitudes abusivas e impropias de mi parte. Además de que no ha sido esa mi intención, estoy obligado a evitar que mis defectos y deficiencias personales enturbien la labor que me he propuesto. Para ello, debo reconocer que siempre he tenido ciertos problemas de socialización, depresión y control emocional, probablemente relacionados con la epilepsia. Es posible que no siempre sea capaz de expresar mis sentimientos e ideas de manera adecuada, asertiva, o considerada políticamente correcta, en situaciones difíciles de la vida cotidiana. Y si hay una situación difícil, creo que es la de estar pasando por la necesidad de presentar denuncias de este tipo.
Para evitar hacer de mis palabras un simple ofrecimiento de disculpas excesivas o una lluvia de lamentaciones que no pueda más que aburrirle e incomodarle, considero la ocasión para aprovechar el mínimo de oficialidad en el documento presente, a manera de una primera relatoría que pueda citar como un esbozo para hacer comprender los elementos y las pruebas de mi denuncia, salvándola de los defectos de mi persona.
En lo esencialmente relativo a la justificación de mis faltas y de mis actitudes, a grandes rasgos se podría dar por concluido en este punto. A continuación, se presentarán justificaciones indirectas, pero sobre todo se continuará con el esbozo de relatoría de denuncia que estoy incorporando. La razón que encuentro para estarlo haciendo así es que, aunque por el modo en que se dieron las cosas, y a pesar de la condescendencia mostrada para conmigo, si yo estuviera en su lugar creo que tendría todo el derecho de considerar internamente que en realidad soy una persona indigna y problemática. No solamente deseo evitar ese escenario, sino aprovechar la objetividad posible que pueda tener el uso del lenguaje escrito en un documento oficial impreso con su correspondiente versión digital.
Puede suceder que, después de una simple conversación, alguien olvide las palabras que dijo o se retracte de ellas. También, como ha sido en mi caso, en nuestra reunión sostenida el día 6 de marzo, de 12:30 a 13:00 pm, puede ser que los defectos personales emerjan e impidan la correcta interpretación de nuestras mejores intenciones. Es por ello por lo que, apelando a mi poca habilidad para el uso de la escritura, intento dejar un informe lo más claro y mejor elaborado posible, para que pueda usted, en el momento en que así lo desee, revalorar lo ocurrido bajo otra luz. Lo mismo para mí, y a quien se requiriere hacer de conocimiento, en virtud de que es sólo hasta estos momentos que ha sido oportuno y necesario presumir posibles actos de corrupción en los que también se pudiera encontrar implicado nuestro subsecretario.
La corrupción es un problema sistemático tan complejo y tan difícil de abordar, que en principio requiere una autocrítica constante y consistente. Permea nuestras sociedades desde los factores más diversos. Es posible ser absorbidos por la corrupción sin ni siquiera darnos cuenta de ello. Y si existe corrupción inserta en nuestro sistema educativo, puesto que la corrupción es sistemática, es un hecho, que nos concierne a todos y todas.
No puedo ni debo omitir el hecho de que enterarme de tener un familiar que fue puesto en prisión por supuestos actos de corrupción, es doloroso. Tristemente, como consecuencia del deterioro general en el tejido social, entre los familiares nos hemos distanciado. Para bien o para mal, si bien nos procuramos respeto y los mejores deseos mutuos, cada parte de la familia se ha dedicado a sus propios asuntos, siendo lo más independientes unos de otros. En lo personal, en general he tenido el más escaso contacto con los familiares más directos, en los últimos años. Es frecuente que desconozco parientes de segundo a tercer grado. Si he conocido algunos, por coincidencia, es seguramente porque llegamos a estudiar o trabajar en algún momento, por coincidencia. En cuanto al que aprendieron, un detalle que me resulta triste es que recuerdo que en mi infancia lo llegábamos a visitar; recuerdo haberme tocado la experiencia de ver a estos familiares construyendo su propia casa, pegando tabique por tabique. Como mi papá siempre nos inculcó ser honestos y ganarnos la vida de manera honrada y procurando un servicio de calidad a las otras personas, habiendo dado por hecho que todas nuestras ramas familiares hubiesen sido educadas de la misma manera sin importar que a unos les haya ido mejor que a otros, o la diferencia entre los caminos que hayan tomado. Es por esto por lo que ignoro si este familiar, en efecto, fue o no culpable de lo que se le hubiere imputado. Después de mi infancia, prácticamente nunca nos frecuentamos, ni tampoco fue nunca el caso de que nuestra rama u otra de nuestros familiares se beneficiaran particularmente por la posición que hubiese, él u otro familiar, alcanzado, o por actos indebidos que hubiese podido haber hecho.
Afortunadamente, no me corresponde ni está en mis manos juzgar a mi familiar. Y afortunadamente, de modo justo o injusto, fue aprendido. Si lo que sucedió fue injusto, necesariamente es que hubo responsables, y tendrán que afrontar sus acciones. Si fue justo, no hay más. Es justo. Y ya fue juzgado por eso.
Me parece que esto demuestra mi compromiso y legitima mi empeño por combatir la corrupción. En lo que a mí respecta, ha sido el hecho de haber conocido la discriminación, la desigualdad y el abuso, en distintas maneras y en distintos momentos de la vida, lo que me hace necesario intervenir de manera decisiva e incansable, para el logro de un mejor trabajo educativo y un ambiente social libre de injusticias, una sociedad mejor preparada, y con un servicio público eficiente y eficaz.
Para ceñir el discurso a mi conocimiento específico y mi observación atenta de lo que concierne a nuestra institución, es que cito mi experiencia al ingreso del sistema.
Ya en etapas anteriores había comprobado la dificultad de ganarse la vida honradamente, de modo proporcional al esfuerzo, tiempo, dedicación y creatividad invertida. Para poder obtener mi plaza, no me fue necesaria ninguna acción irregular, no la compré ni me la regalaron por nepotismo. La tomé por derecho adquirido de mi padre, como producto de un trámite abierto y público. Aunque mi empleo anterior fue el de subgerente de una tienda Aurrerá, y a pesar de que obtuve esa posición con el mayor esfuerzo, demostración de capacidades y dando resultados evidentes que superaban cualquier expectativa (lo cual sirvió en ese momento para poder solventar la falta de credenciales académicas), al final fui despedido por actos de corrupción de mis compañeros y superiores. Y a pesar de que obtuve mi carta de recomendación, conseguir otro empleo parecía aún más difícil presentando mis antecedentes, que omitiéndolos. Innumerables veces, he confirmado cómo el conocimiento, el talento y la proactividad, son censurados, pisoteados, humillados y hasta castigados.
Si por alguna razón inicié mi camino laboral formal en el sector privado, fue por la desconfianza general y propia hacia nuestras instituciones públicas. Y al ingresar como intendente al sector educativo, fue lamentable confirmar mi desconfianza.
Tal como usted ha podido observar mi forma de trabajar, no rehúyo de ninguna actividad, por más nula, modesta, incomprensible, simple, compleja o pesada que se me asigne. Para justificar mi estancia en un trabajo, así como mis aspiraciones de mejora salarial o de nivel, no he dejado de hacer más que seguirme preparando, y buscando resultados concretos y evidentes que me avalen.
Para dejar por sentado mi profundo conocimiento del sistema de Educación Pública de nuestro estado, de sus debilidades y del daño irreparable que produce, es que veo la necesidad de recapitular lo contenido en este documento.
Por eso, retomando el asunto de mi ingreso al sistema, es necesario recordar que mi primer lugar de adscripción fue el último de mi padre, la secundaria general número 7, en el turno vespertino, con las funciones de intendencia. Como siempre, empeñándome por hacer bien mi trabajo y visualizando la posibilidad de continuar mis estudios formales a un nivel de licenciatura, fue que busqué mi ingreso a la Normal Superior Pública del Estado de Hidalgo, en la carrera de licenciatura en educación secundaria con especialidad en lengua extranjera (inglés). Como ya tenía estudios previos en inglés y siempre he hecho un uso autodidacta constante de este conocimiento, pensé que entrar a esta carrera me ayudaría a desarrollar las habilidades didácticas que no tenía, y así poder abrirme un camino de desarrollo profesional, rehaciendo un proyecto de vida, ya que el emprendido y cultivado anteriormente había sido penosamente truncado por la corrupción reinante.
Siendo que estaba trabajando en el sector educativo de educación pública, y mi carrera con una finalidad orientada a la educación pública, procurando un desempeño laboral óptimo, y habiendo leído nuestras leyes y reglamentos más relevantes, no encontré que hubiera debido haber ningún impedimento para llevar a buen fin estos planes. Al contrario, había miles de elementos prometedores y previstos en nuestros marcos normativos para impulsar proyectos como el mío.
Me era necesario llegar media hora tarde a mis labores debido a que la hora de salida de mis estudios coincidía con la hora de entrada en mi centro de adscripción. Sin embargo, y aunque parezca inverosímil, tuve severos obstáculos de parte de mi directora (Martha Arellano, si no equivoco su nombre) para empezar. Al buscar respaldo de mi delegada sindical, sólo parecía que me enfrentaba a otra segunda mala directora. La parte sindical apoyaba a la “autoridad” educativa, no al trabajador. Sumado a una inocultable discriminación de las personas mencionadas y el resto de mis compañeros, pues, ¿cómo o por qué el hijo del intendente, que toda su vida había sido intendente, se proponía ahora igualarlos a ellos, o legitimar las demostraciones de calidad en su conocimiento autodidacta?
A excepción del entonces subdirector Raúl Contreras, único que me reconoció y apoyó en sus posibilidades, no fue difícil que el resto de mis compañeros se confabularan para ejercer un hostigamiento constante y creciente sobre mi persona. Esto al grado de que intentaron ponerse de acuerdo para fabricar un escenario y falsificar acusaciones suficientes para ponerme en riesgo de ser despedido y perder mi plaza, adquirida por legítimo derecho.
Esta situación me llevó a buscar audiencia, con pocas esperanzas, con el licenciado Jesús Márquez, en aquel entonces director de secundarias generales. Para mi sorpresa, me escuchó atentamente y fue muy cuidadoso al enfatizar que no consideraba ilegítimo ni ofensivo, para él, el haberle yo comentado que, como último recurso, y aunque perdiera la batalla, haría pública la situación. Me reconoció el derecho de expresión pública incondicional e independiente al resultado de la situación que le estaba exponiendo. Así mismo, reconociendo, celebrando, y apoyando mi proyecto de estudio, se comprometió a buscar la mejor solución para mí.
De esta manera y a raíz de este problema, se promovieron las gestiones necesarias para admitirme en alguno de los centros de adscripción de oficinas centrales, y cambiar mi clave de intendencia a prefectura. Resultando afortunada para mí esta decisión, al mismo tiempo considero de relevancia describir las reacciones de la directora y compañeros en la secundaria general vespertina, así como de algunos nuevos compañeros en la subsecretaría de educación básica, pues contribuyen a evidenciar el profundo arraigo de la corrupción tanto en las costumbres de la sociedad en general como de las presumidas en nuestro gremio.
Al despedirme de ellos, la directora Martha Arellano y otros compañeros me comentaban “Te lo ganaste”. Cuando propiamente, y en realidad, no me había ganado nada. Simple y únicamente, lo que había estado intentando hacer era llevar a cabo el ejercicio de mis derechos, y que con ello hubiese podido procurar tanto mi bienestar propio, como el de mi sociedad, de manera profesional, ética e íntegra. Y lo que yo habría querido habría sido simplemente llevar a cabo mis estudios, terminarlos, convertirme legítimamente en docente, y no hubiese sido sino hasta poder constatar que un grupo al menos reducido pero consistente de mis alumnos estuviesen sacando las mejores ventajas y el mayor provecho de mis enseñanzas sobre la lengua inglesa; sólo así y sólo hasta entonces es que yo, en lo personal, podría pensar que “gané” algo. Sin embargo, ni en ese ni en otro sentido se puede decir que se haya ganado nada. Hasta el momento lo único que se ha hecho es poner el corazón, el alma y la vida, para defender el derecho a preparar un camino y a cultivar un terreno a partir del cual podemos decir “gané(mos)” algo.
Por si no fuera suficiente con lo antes relatado y para confirmar el estado de corrupción institucional que en general se vive, al llegar a oficinas centrales, muchos con la mirada, las actitudes, y al menos una compañera de nombre Angélica, al principio, me preguntó explícitamente: ¿Qué palancas tienes? ¿Quién te puso aquí? ¿Cuáles son tus influencias? Nadie llega aquí si no es porque tiene influencias, decía. Es que tengo un problema y me gustaría que me ayudes.
Salvo ese detalle, más bien extraño, no hubo nada de lo que me hubiera podido haber quejado como maltrato hacia mi persona, desde entonces hasta el inicio de la presente administración. Si bien, el profesor Vidales, en ese entonces mi subsecretario, era más o menos frío, parco y distante con todos en general, nunca hubo nada reprochable de su parte en aquel momento. También llegué a entender que detrás de su actitud fría y distante, él estaba inmerso en el análisis y la gestión de sus deberes. Había momentos en que, al terminar alguna actividad o asunto importante, también hacía evidente una sensación positiva de logro, en los que se daba oportunidad para agradecer o felicitar el trabajo de los compañeros.
Siendo consistentes y congruentes en su apoyo a la realización de mis estudios, no me tenían asignada ninguna comisión específica, sin embargo, en mi afán de aprendizaje y apoyo comencé a asistir a la encargada de los archivos de la oficina. En ese tenor terminé mis estudios y posteriormente, durante la gestión de la profesora Ramírez Analco, ante el cambio de adscripción de la encargada de archivo, y por haber estado yo fungiendo como su apoyo, fue que me comisionó ella oficialmente cómo nuevo enlace de archivo.
En este momento son las 9:40 de la mañana del día viernes 7 de marzo, y es inevitable que esté llegando el día de hoy un poco tarde al trabajo. Sin embargo, ha sido muy necesario meditar y sentar los antecedentes para garantizar la solidez y solvencia, así como fundamentar mi conocimiento detallado, de la denuncia a presentar que continuaré preparando.
Por el momento interrumpiré hasta aquí. El día lunes 10 de marzo recibirá usted la continuación de mi relatoría, con la misma intención de fijar un parámetro objetivo para el juicio de mis acciones. Por la misma delicadeza del tema que nos ocupa, y atendiendo al marco legal que para la prevención y erradicación de la corrupción en diversos momentos resalta el carácter de MÁXIMA PUBLICIDAD necesaria en estos casos, no mito mencionar que estaré haciendo público en redes sociales y de cualquier otra forma que me sea posible, la elaboración de estas relatorías y su posterior asentamiento en una denuncia formal.
Por último, no tengo más que la realización de estos documentos como justificación para mi retardo inevitable el día de hoy, ya que toda la tarde de ayer, toda la noche madrugada y mañana de hoy, es que me he estado ocupando de esto. Agradeceré infinitamente su mejor y mayor comprensión posible.

Un comentario sobre “Reporte del 5, 6 y 7 de marzo del 2025”